jueves, 11 de diciembre de 2014

La resaca marina del viento trae ecos de mitologías


Con motivo del día de mi cumpleaños Laura, mi tía de la guarda, me obsequió un libro editado por Artes de México Conaculta, de la fotógrafa mexicana Lourdes Almeida, llamado Lo que el mar me dejó. De inmediato sentí un rumor de paráfrasis de aquella famosísima película norteamericana interpretada por Vivien Leigh y Clark Gable, Lo que el viento se llevó, basada en la novela de Margaret Mitchel en 1936, y que fue parte de la educación sentimental de la generación de nuestros padres. Digo nuestros para todos aquellos nacidos en los sesentas (a finales), como yo.

Efectivamente, Lo que el viento se llevó ha vuelto con el mar, a través de la mirada de Almeida, como resaca que transmuta elementos y nos ofrece la nostalgia de una voz traída con las olas, y que viene a varar a la orilla de una playa Homérica, donde el agua lame los recuerdos de un ímpetu de vida transformado en voluntad. Voluntad de liberación, de transformación –de ilusión, diría Alatriste su ensayo introductorio.

El viaje que nos ofrece la fotógrafa en esta colección de veintidós imágenes más una, la de la contraportada (Mi sombra y el mar), evidencia una evolución de la conciencia que va de lo sutil (Desprendimiento) donde el personaje central aparece difuso, cubierto por una túnica blanca semi-transparente, pertrechado tras un trío de rocas lamidas por las olas del mar en la ribera: a lo concreto: el cuerpo femenino como masa, como forma, como soporte, incluso. El movimiento voluntario de la imagen inicial genera una evanescencia en la materia con la que se abre la exposición y en la que bien podría enlazarse la encarnación del viento de Mitchel convertido en el agua de Almeida, con el que el ser estético comienza su periplo corpóreo.

El Ensayo sobre la ilusión de Sealtiel Alatriste  es una reflexión sobre aquello que los hindúes llaman maya, pues comenta que las fotografías de Almeida le sugieren visiones que no son reales, o realidades que pueden suceder en uno o varios espacios en los que son y no son a la vez. Vincula el estudio etimológico de la palabra con el acto de contar y rescata de esta relación el efecto literario que recordar tiene de suyo. Alude, a su vez al texto de Homero, y al de Joyce, en tanto que es probable que todas las instancias visitadas por Ulises en diez años sean las mismas que visitó Stephan Dedalus en veinticuatro horas. Y a través de una breve exégesis de El jardín de senderos que se bifurcan, de Borges, dibuja una arquitectura imaginaria en la que podemos diagramar las múltiples posibilidades de existir, de las que estas fotografías dan fe.

El personaje femenino parece a la espera del viento, de pie sobre las rocas. En las primeras fotografías lo encara (La caricia del viento), lo llama (La espuma y sus misterios), se mezcla (Simbiosis). La claridad se vela en negativo. El personaje marino es oscuro. Los elementos se contemplan en el tiempo antes de empezar su ritual de apareamiento sellado por el fuego entre las rocas, donde se complementan los cuatro elementos de la alquimia. Este proceso la fotógrafa lo ve como Éxodo Aquelarre. En esta serie se muestran personajes embozados, que remiten, sin duda a las icónicas fotografías de Manuel Álvarez Bravo, su maestro, y que desfilan a través de una composición rocosa llevando cirios en sus manos, en una procesión fantástica.

Continúa con la serie Crisálida, donde el elemento aire representado por la túnica blanca envuelve al cuerpo femenino como un capullo del que ha de liberarse llegado el momento de su maduración. Entre tanto los instantes que nos regala la pintora de luz son producidos por el ritmo de las olas y de la resaca del mar que al retirarse revela esculturas de una plasticidad mortuoria, tal vez. En que los cuerpos ceñidos por la tela mojada adquieren una expresividad singular, a veces patética; otras, ¿fantasmal? ; la de lo vivo inerte. Naufragios devueltos a tierra que tendrán un nuevo nacimiento. Despojos entre las rocas, rebabas de espuma, aguamalas anfibias saliendo a conquistar el mundo del aire. De esta metamorfosis surge Afrodita, cuyo nacimiento mitológico se remonta a la espuma simbólica que representa la castración de Urano; el viento sopla hacia la tierra y del mar emerge, entre las rocas, la diosa griega de la belleza, diríase una nereida de espuma.
Le siguen Galatea, escamoteada a la mirada del cíclope Polifemo, enredada en un drapeado blanco que escurre como gota de leche entre las rocas; Dánae, entreverada la carne con la madera del Laurel en que Apolo la convierte en venganza a su rechazo; y Pandora, de espaldas al ojo que la mira, al que sólo le entrega una cauda negra interminable, vestigio de todos los males. Podría decirse que por el punto de vista en que se emplaza la cámara esta secuencia sugiere de ellas una posición redentora, a pesar de la caída moral que supone su arquetipo.

La serie que nombra Nereida o Sirena, indistintamente, sin hacer la diferenciación morfológica que obliga, muestra una figura mitad hembra humana, mitad pez yaciente sobre la arena contemplando el infinito, en una actitud más de despedida que de espera de la nave que traerá al héroe de su amor. Por el contrario Sirena está de espaldas al mar, reclinada sobre su cola, resignada ante la pérdida, y sólo las últimas dos imágenes Nereida II y Parténope en Campania muestran la imagen yaciente y altiva del animal fantástico. Por cierto que Parténope en Campania, la única Nereida que muere ante el paso de los marinos, fue portada de la revista Macrópolis en su edición de mayo del 92, donde se publica un reportaje de David Torres sobre el desnudo fotográfico en México, “Ocho miradas a flor de piel”, y una de esas miradas es la de la fotógrafa que nos ocupa. Por cierto que esta foto es de 1989, lo cual nos hace pensar que este portafolio ya tiene su tiempo, como lo comenta Alatriste al inicio de su ensayo donde cuenta que hace ya muchos años su amiga lo invitó a presentar la exposición y entonces escribió unos pequeños poemas que luego perdió, pero retuvo en su ilusión, hasta que la epifanía de la amistad se los devolvió. Sin embargo, en este texto no cita los poemas. Me hubiera gustado tener ese testimonio de entonces.

Angel, una bella panorámica de un arrecife donde se levantan paralelas las estrías de un gigantesco órgano y el plumaje fantástico de las alas de este ser que no es ni niña ni mujer, sino un testigo contemplativo del paso del tiempo en una costa poblada por la imaginación, funciona, a su vez,  como un respiro para aterrizar en la densidad de la carne de la serie con que cierra el libro, “Las amigas de Nausicaa”, un concierto a varias voces de turgencias y oquedades veladas por las sombras, y el vestido de la arena que evidencia su pasión por los cuerpos. ¿Habrá sido esta la visión de Ulises al despertar de su naufragio? ¿Habrá participado el héroe mítico de este ágape sensual que la resaca de las olas cocinó y dispuso sobre la mesa infinita del deseo?



José Manuel Ruiz Regil.

martes, 29 de julio de 2014

Reporte forense de una identidad

Jorge Ibarguengoitia

Presumo que la recomendación de Autopsias rápidas de Jorge Ibarguengoitia, editado por Vuelta se la debo a Eduardo Casar, en una de sus muchas y disfrutables clases de narrativa que tomé con él en el Diplomado de Creación Literaria de la Escuela de Escritores de la S.O.G.EM. Quiero recordarlo así por asociar la intensidad humorística y la capacidad de síntesis, la mirada cáustica y la  apariencia de crítica involuntaria que comparten ambos autores en lo que Guillermo Sheridan, editor de estas páginas, llama “el párrafo clorhídrico”. Aunque también pudo haber sido una de las múltiples sugerencias de Gerardo de la Torre o de Mario González. Lo que sí es que ha sido una fortuna tenerlo, leerlo y releerlo como parte de esos textos monumentales que han contribuido a develar mi identidad como escritor. Una pieza más de mi creciente biblioteca de libros de segunda, tercera y cuarta mano. Este es una primera edición en rústica de 1988 con cubierta de cartoncillo amarillo y diseño de Myriam Cerda.

Al paso del tiempo reconozco el germen de esta mirada en mis crónicas urbanas, en mis comentarios sobre cine, teatro, danza, música y literatura, y que eso me ha llevado al comentario de arte. Reconozco también que son libros como este, cronistas y autores como el mismo Germán Dehesa, posteriormente, los que han contribuido a perfilar en mí la búsqueda de una mirada fresca de las cosas, más allá de la academia o el deber ser; a buscar la voz auténtica, humilde, limitada; la del ciudadano de a pie que aprende a  reírse del absurdo que lo rodea (Instrucciones para vivir en México, Ed. Joaquín Mortiz).

La elegancia de la prosa con que Sheridan introduce esta selección de artículos publicados en el Excelsior de 1969 hasta el golpe que lo acabó en 1976 inhibe, prácticamente, cualquier otro acercamiento, por lo que transcribo algunas líneas antes de seguir con mi comentario: “En este centenar de artículos brilla el mejor Ibarguengoitia: aquel cuyas virtudes narrativas y poderes de observación se condensan en el párrafo clorhídrico; el que explora con arrestos patafísicos la trama de la diaria estulticia: el que, como hubiera querido Vauvenargues, satiriza como debe hacerse desde el amor propio y con desprecio contento; el que acude a los libros, la pantalla las calles o la memoria, con imaginación aleve, entre amargas sonrisas o carcajadas iracundas”.

Más allá de la anécdota de que cuando Julio Sherer invitó a Ibarguengoitia a escribir semanalmente en el diario,  “sobre lo que quisiera” - él pensaba que su aventura literaria duraría cuatro semanas porque era el tiempo en que se agotaría lo que sabía-, está el trabajo constante de un oficio que cultivó para publicar en el diario, luego en la revista Vuelta y más tarde en la de la Universidad.

El libro está estructurado por el editor. Los nombres de las secciones han sido propuestas por él, como lo dice en la Nota inicial sobre la selección y la edición. La primera parte, Escribir cansa, agrupa los textos relacionados con el oficio de escribir. Dentro de esta sección destacan ocho grandes grupos: ¿Para qué sirve la crítica? que reúne tres artículos sobre el ejercicio de la crítica en México, los autores, los lectores y los críticos. Extraigo un pequeño párrafo como una muestra de la sutileza de su observación: “Dije que los lectores se pueden clasificar, grosso modo, en los que leen críticas para no tener que ver las obras, los que leen la crítica y creen que ya vieron la obra, los que citan críticas para hacer creer que conocen las obras, los que creen que todas las opiniones que no coinciden con la suya están equivocadas y, por último, los que no leen críticas, saben que no saben nada, y creen que eso es una virtud”.

Apuntes para una teoría literaria,  ocho artículos sobre las distintas preocupaciones de un escritor acerca del estilo, los temas, las actividades circundantes a la escritura, otros autores; Los problemas del intelectual, tres artículos en los que explora lo que él denomina la aristocracia del espíritu (de los intelectuales), cuya operatividad define así: “Los intelectuales constituyen un grupo social suficientemente compacto como para que se perjudique porque dos de sus miembros acudan a tribunales a presentar demandas mutuas por difamación, lo bastante homogéneo para que sea posible establecer reglas relativamente sencillas sobre cuáles deben ser las relaciones entre sus miembros y el Estado, y lo suficientemente prestigioso como para que sus actitudes y opiniones afecten las relaciones entre gobernantes y gobernados”.

El señor se fue a dar una conferencia, en los que explora  las vicisitudes de estar frente a un público. Entre sus líneas nos podemos encontrar con astucias como esta: “Si alguien tiene que preparar (un tema) es que no está preparado, y si no está preparado más le vale callarse la boca” o …”debo confesar que la principal diferencia que hay entre el público que está sentado en la sala y yo, que estoy en el estrado, consiste en que yo estoy presente a fuerza –porque ya me comprometí a dar una conferencia y ni modo- y ellos asisten por ganas…”

Memorias de un dramaturgo subvencionado, tres artículos en los que cuenta los avatares de un autor y sus experiencias con los presupuestos gubernamentales y la estéril burocracia; Breve relación de algunos de mis libros, en los que hace un recuento de las condiciones en las que gestó sus primeras novelas, inspiradas en el asesinato de Obregón (Relámpagos de agosto y Maten al león) y las inspiradas en la trágica historia de Las Poquianchis (Estas ruinas que ves y Las muertas).



Usos y abusos del periódico, en los que explora la búsqueda por la noticia cotidiana, la decadencia de la nota cronológica, la nota roja; Los periódicos en mi vida, tres artículos en los que comparte aspectos técnicos, teóricos y filosóficos sobre el ejercicio periodístico y su combinación con la literatura, y cita esta joya de la historia que es la sugerencia de Sherer para dedicarse al periodismo: “Mire Jorge, los libros que usted escribe los escribe cualquiera, en cambio sus artículos, hay algunos que le salen muy bien”.

En la segunda parte “¿Por qué no vamos al cine?” Reúne artículos donde cuenta anécdotas sucedidas en torno a los edificios de los grandes cines, los programas, los personajes que asisten al cine, los chismes de los actores, directores, productores y demás. Es en esta parte donde aparece el artículo que da nombre al libro, Autopsias rápidas en el que explora una película de Saura y otra de Fellini.

Y por último, en la tercera parte “Memorias de un Boy Scout”, el polemista mexicano, nutrido de la tradición de Chesterton, Turber o Saki, como cita Sheridan en la primera solapa, o heredando la línea genética de Wilde, diría yo, nos entrega algunos relatos autobiográficos de corte familiar, escolar y urbano en donde todos fácilmente nos reconocemos. Su prosa cercana retrata los escenarios que habitamos todos los días, sólo que él sí se atreve a llamar las cosas por su nombre, lo que causa un efecto de hilaridad al darnos cuenta de los ridículos en que la solemnidad nos atrapa.

De “Historia de mis libros”
José Manuel Ruiz Regil
Analista cultural
Arte Duro Curators & Dealers

La sabiduría del Doctor Hipócrates y Vocación de curar


Reflexiones del Doctor Hipócrates

Este es un libro miniatura publicado por  Aguamarina, de Anaya y Muchnik en pasta dura que incluye reflexiones del sabio del siglo II a.C. con ilustraciones y grabados antiguos que representan los modos de curar de las diferentes latitudes y tiempos, de acuerdo a la cultura que se trata. 

Así vemos diagramas chinos, láminas florentinas, mosaicos bizantinos con el esquema del cuerpo humano y sus diversas clasificaciones. Entre las citas podemos encontrar alusiones a la temperatura del cuerpo, a ciertos procedimientos terapéuticos como la sangría o los baños de agua fría, las restricciones sobre el uso del calor y consejos para una vida sana. Este libro lo compré en Gandhi a $10.00

 "Vocación de curar" es una antología de pensamientos, reflexiones, frases y citas de muchos grandes científicos y médicos de la historia, desde Leonardo de Vinci, Hipócrates, Ram Dass, Larry Dosey, sabios chinos, hindúes, y de otras tradiciones. Un libro editado por Vergara y Riba editoras, de pasta dura que tiene unas bellas ilustraciones a color y una camisa plastificada verde botella con un recuadro dorado. Es un homenaje –dice- “a la entrega de aquellas personas que por su vocación dedican su vida a los demás, en especial a los que curan, alivian o acompañan a otros en un trance doloroso o un padecimiento”.

En la página 6 viene una imagen de San Cosme y San Damián, patronos de la medicina, Tabla de la escuela de A. Isenbrandt (1550) del Museo Médico Farmacéutico, Amsterdam, y una cita de Jean Jaques Rousseau que dice “ Vuelve al fondo de tu alma: ahí encontrarás siempre la fuente del fuego sagrado que enciende el amor por las virtudes sublimes”.


Comentado el 5 de febrero de 2014 en Business Coffee.
De "Historia de mis libros" 
José Manuel Ruiz Regil
Analista cultural
josemanuelruizregil@gmail.com

lunes, 28 de julio de 2014

Educar con música

Mtro. Sergio Berlioz

Conocí al maestro Sergio Berlioz en un programa de Radio Educación que iba escuchando en el coche rumbo a Plaza Satélite una mañana entre semana. Anoté su teléfono  y  cuando tuve tiempo le marqué. –Hola, Sergio, qué gusto saludarte. Te escucho en tu programa. Me interesa mucho platicar contigo sobre un proyecto –le anticipé. Sus respuestas amables tenían un dejo de extrañeza que me hizo preguntar -¿está bien si te hablo de tú, verdad? –Pues no estoy acostumbrado a eso, Sr. Ruiz –contestó. Desde entonces nos hablamos de usted, señor y maestro, respectivamente, con mucho respeto. A ese respeto que yo le ofrezco se suma una gran admiración por su vida dedicada a la promoción del pensamiento en general, de la cultura en particular y de la música en específico. Aunque platicar con él es un delicioso paseo en montaña rusa por todas las disciplinas. Articulista, conferencista, compositor, director de orquesta, periodista, comentarista…  pero sobretodo, apasionado del saber y gozoso de las sutilezas del pensamiento.

Aquel proyecto que traía entre manos fue la conferencia El arte, ¿para qué? que dio en el Museo Regional de Querétaro, invitado por el Centro Holístico Xilami, Vida Armónica y Arte y curación en  2003. Entonces fue cuando me regaló su libro Educar con música, un manual para padres responsables que –como lo dice en la primera parte, tienen que apropiarse primero todos los ejercicios para después poderlos aplicar con sus hijos- cuestiona los hábitos educativos de la escuela, las familias y la sociedad en general e invita a salir de esa enfermedad colectiva que llama “analfabetismo auditivo”. Comienza con un cuestionamiento serio sobre lo que es la cultura en general, el arte en particular y la música como aquella disciplina abstracta, sublime que sucede en el tiempo.

Divide el libro en dos grandes partes: Carta a los padres y las edades de la música. En la primera parte explora los prejuicios que la sociedad contemporánea ha creado con respecto a la música, los músicos y las actividades creativas en general. Brinda una reflexión somera sobre la necesidad del arte, los diferentes tipos de música y cómo abordarla, las cualidades de la música, los momentos de la música, la diferencia entre lo popular, lo folclórico, lo industrial y lo comercial, entre otras sutilezas. Después plantea algunos beneficios intelectuales, físico-motores y familiares que la práctica de la escucha musical y la ejecución de un instrumento puede brindar a la vida de un individuo y de su colectividad.

En la segunda parte acompaña con sugerencias de nombres y ejercicios las distintas etapas de desarrollo desde la prenatal hasta la juventud pasando por la infancia, la niñez, pubertad y la adolescencia. Hace énfasis especial en trabajar con sonidos concretos hasta antes de los 15 años y a partir de entonces introducir la escucha de obras abstractas. Cuando coincide –dice- el paso del estudio de la aritmética a la matemática, por el grado de madurez del cerebro.

Es un libro escrito con ese temperamento crítico que lo caracteriza, con el rigor de un maestro exigente, pero con la paciencia y la complicidad de un educador amoroso que sabe esperar el tiempo de cada quien. Inspirador, orientador y útil es este libro que edita Aguilar.


Comentado el 29 de enero de 2014 en Bussiness Coffee.
De "Historia de mis libros"
José Manuel Ruiz Regil
Analista cultural
Arte Duro Curators & Dealers
josemanuelruizregil@gmail.com

sábado, 12 de julio de 2014

La senda del camino que transito


Zen, amanecer en occidente, de Roshi Philip Kapleau, editado por Arbol editorial, S.A. de C.V. en 1981,fue uno de los primeros libros que leí consciente, no sólo del hábito de lector que quería forjarme, sino del camino de conciencia que intuía recorrer. Está etiquetado por la librería El parnaso, hoy desaparecida, desafortunadamente no se lee el precio, pero con toda seguridad costó varios miles, antes de los nuevos pesos. Está firmado por mí del 23 al 29 de diciembre del 1989 en Huatulco, práctica que acostumbraba para motivar mi apresurada lista de pendientes y dejar testimonio de la velocidad con que apropiaba títulos, obras y autores. Por supuesto que una lectura superficial y súbita de esa naturaleza ha merecido varias revisiones concienzudas en distintos momentos. Esa fue una de las últimas vacaciones que tuve con  mis padres. Recuerdo que esos seis días me los pasé sentado en la arena tratando de entender el misterio de la unidad cósmica. Quizás fue en esa ocasión en la que una noche disfrutando con mi hermana las delicias de la playa, me dijo, luego de unos cuantos cocteles de más “¿ves esa luna? Te la regalo”. Así transcurrió ese diciembre, con  mis bermudas de licra, entre tragos V.I.P. y acuaeróbics en la alberca guiados por Gios, mientras en lo íntimo ya buscaba la iluminación. Para entonces era un joven muy parecido al adulto en que me convertí. La lectura ha marcado mis tiempos y mis escenarios internos.

El libro de Roshi Philip Kapleau está dedicado a quienes desean no buscar, sino encontrar. No sé aquí cuál es el huevo y cuál es la gallina, pues esa frase la usó Picasso también, quizás, influido por las enseñanzas de oriente o debido a su desbordada originalidad que hizo de un desplante de arrogancia todo un Koan esencial.

El autor fue alumno del legendario D.T. Suzuki y es, casi estoy seguro, el fundador de este hoy famoso centro de meditación Zen en Rochester, Nueva York, nutrido por el boom de los aspirantes new age a la iluminación, y que tanto ha influido en la formación de nuevos meditadores en todas partes del mundo. Su experiencia y entendimiento de la mentalidad occidental ha permitido transmitir las enseñanzas Zen a un amplio número de adeptos que, como yo, quieren encontrar la vía sagrada del vivir consciente.

El libro está dividido en cuatro partes. La primera, Destellos de zen, es la recopilación de las preguntas que a lo largo de varios años y en distintos lugares de la unión americana le hacía la gente que se acercaba a él en sus conferencias. La mayoría están respondidas desde la sabiduría del Zen, lo cual inquieta e incomoda al gentil americano promedio que considera una grosería toda respuesta que no sea lógicamente formal y directa, sobretodo, si está pagando unos buenos dólares por entrar al recinto donde se ofrece. Algunas de las inquietudes del público en los años sesenta y setentas eran, ¿cómo combinar el zen con el sexo, con la religión, con la vida cotidiana?; ¿cuáles son los pensamientos dañinos?; ¿puede la iluminación venir sin ningún entrenamiento?

En la segunda parte, El período de entrenamiento en reclusión (Sesshin), el autor comparte las experiencias de disciplina dentro del monasterio zen, las pláticas de estímulo a lo largo de la formación en el retiro, como el sermón de “Las tres incapacidades”, donde el maestro explica lo que es verdaderamente ver, oír y decir para un monje budista zen; “Un hombre en un árbol” o “No pienses ni bien ni mal” y algunos relatos de iluminación como “Tal felicidad te hace darte cuenta de cuán infeliz eras antes”, o “Cada día el tesoro de la vida gana en esplendor y belleza”.

En esta parte el lector se familiariza con algunos de los términos más comunes de la disciplina Zen como samadi, satori, dokusán, makio, sensei, zazen, samsara, mantra y otros que van enriqueciendo el léxico de los aspirantes. En la parte posterior del libro se ofrece un glosario donde poder disipar todas estas dudas conceptuales, así como un índice temático que permite relacionar los términos de acuerdo a diferentes contextos.  

La tercera parte, Devociones, penetra en el misterio ritual del Zen: cantos, cartas y diálogos. Aquí está la bellísima oración El corazón de la perfecta sabiduría, de la que transcribo un fragmento

La forma aquí sólo es vacío
El vacío sólo forma.
La forma no es otra que vacío
El vacío no es otro que forma.
El sentimiento, el pensamiento, el albedrío
Y la conciencia misma
Son también así.
Los darmas están aquí vacíos,
Todos son vacío original.
Ninguno nace ni muere,
No tienen mancha i son puros,
Ni crecen ni decrecen.
Así en el vacío no hay forma
Ni sentimiento ni pensamiento,
Ni albedrío ni conciencia. 

Es tan significativa para mí porque en mi entrenamiento para holo-terapeuta en Iztac Multiversidad (1998-2000) este tipo de cantos, junto con otros de la tradición japonesa fueron prácticas cotidianas, y al recordarlas ahora evoco el rítmico sonsonete con el que las recitábamos en medio de una sesión de meditación en el Ashram, y convoco la paz interna que entonces suscitaban.

En la cuarta parte del libro, Moralidad y responsabilidad social, se exploran algunas cartas y respuestas, muy en el tono de la primera parte, así como diálogos como aquel que dice que “El Zen está por encima de la moral, pero la moral no está por debajo del Zen”, y cierra con una plática Darma sobre el primer precepto: No matar, sino apreciar todas las formas de vida, que además resume todos los demás principios que constituyen un decálogo universal en sí mismo, pues incluye no tomar lo que no se ofrece; no participar en prácticas sexuales impropias; no mentir; no hacer que otros usen licores o drogas que confunden o debilitan la mente, ni hacerlo uno mismo; no hablar de los defectos de otros; no alabarse a uno mismo y condenar a otros; no negarse a dar ayuda espiritual o material; no enojarse y no vilipendiar los tres tesoros: el buda, el darma y el sanga.

Esta edición de 413 páginas, en rústica tiene una portada en tono ocre donde se ve el trazo a mano de la palabra Zen con pincel caligráfico y entre el título y el nombre del autor, en un recuadro tiene la imagen de la trucha o pez coi, un dibujo de Richar Wehrman, “Carpa subiendo una caída de agua para convertirse en dragón”. En la China antigua una fábula popular era la de una carpa luchando para alcanzar la cresta de una caída de agua. Después de repetidos intentos, finalmente, la carpa hace acopio de todas sus energías y de un gran salto llega a la cima convirtiéndose en dragón. Ya que en el Oriente la carpa es un símbolo de vigor, perseverancia y valor –cualidades indispensables para el despertar- grandes esculturas en madera de este pez se encuentran a menudo en los monasterios Zen. La caída de agua representa la vida diaria del aspirante espiritual, y el dragón significa la Mente despierta.

En el interior se reproduce el dibujo de Shakiamuni, por Liang Kái, que aparece en Zen y la Cultura japonesa de D.T. Suzuki.
Incluye la fotografía del Sexto Patriarca, tomada de Chan y las Enseñanzas Zen (Tres series) de Charles Luk, y el dibujo de Hakui de Bodidarma que aparece en Zen Dust de Ishu Miura y Ruth Fuller Sasaki. 

Las enseñanzas del Budismo Zen llegaron a mi vida para acompañarme como una sustancia esencial que permea el resto de mis aprendizajes, por eso son la senda del camino que transito.

Comentado el 29 de enero de 2014 en Business Coffee 
De “Historia de mis libros”
José Manuel Ruiz Regil.
Analista cultural
Arte Duro Curators & Dealers
josemanuelruizregil@gmail.com

Palomar


“Sólo después de haber conocido la superficie de las cosas –concluye- se puede uno animar a buscar lo que hay debajo. Pero la superficie de las cosas es inagotable”. Palomar (Italo Calvino)

Palomar, de Italo Calvino, editado por Siruela, es una experiencia meditativa, toda vez que la observación detallada del narrador sobre las cosas simples del mundo (una ola, un seno, una pareja de tortugas, un mirlo, una parvada de estorninos, una iguana, una jirafa, un pedazo de queso, el mármol ensangrentado, un gorila en el zoo) deconstruye una realidad asumida que, por común, se desvanece como significado complejo. El ojo atento, texturizado, filosófico del señor Palomar, devuelve al lector la conciencia de que todo objeto en el mundo es un aleph, en el sentido Borgiano del término, una llave maestra para entrar al universo, donde todo está conectado; lo múltiple es uno y el uno se multiplica.

El libro se presenta como novela. Es quizás, un género híbrido, sin embargo, en el que los límites de la descripción coquetean con el relato y la meditación. Sin embargo, está dividido en tres grandes capítulos. Las vacaciones de Palomar, Palomar en la ciudad, y los silencios de Palomar. Dentro de ellos se encuentran otros subcapítulos que están divididos en niveles de intensidad reflexiva, que a su vez están divididos en triadas: los 1 describen la experiencia retinal de un suceso, un objeto, una partícula de mundo.  Los 2 ahondan en elementos antropológicos, culturales, eleva el lenguaje a experiencia estética y devela las palabras como signos y símbolos. En los 3 profundiza en experiencias relativas al cosmos, a la relación del yo con el universo; la trascendencia.

El ejercicio narrativo tiene mucho de poético, pues frente a la importancia que le da a la cosa observada resalta el lenguaje, las palabras como protagonistas de la acción verdadera; los signos como actores, incluso gráficos dentro de la hoja impresa. Lo que Octavio Paz vaticinaba desde los años sesenta, que la novela se nutriría de la poesía y que ésta conformaría extensas parrafadas difíciles de definir como prosa, en sus sentido  lato. Ejemplo de ello es la magnificente prosa de intensidades que cultiva Alberto Ruy Sánchez. Calvino pertenece a este linaje de autores, donde están inscritos también, para mi gusto, Juan José Arreola, Alejandro Rossi, Ricardo Garibay, Marguerite Yourcenar, Ignacio Padilla, por mencionar algunos cuyo compromiso con los conceptos, las ideas y el lenguaje forma parte de un sistema estético, incluso visual, más allá del mero hecho efectivo de narrar.

En Un pecho desnudo, describe el dilema moral, psicológico, social, histórico que representa ubicar la mirada del narrador (hombre) ante el paso de una bañista que se asolea con el pecho descubierto. Y lo que pudo haber sido un acto insignificante se convierte en una sucesión de acciones en busca de la congruencia ética, al poner en juego los valores sociales, morales, estéticos y culturales en medio de los que se generan pensamientos como “…. Si no los miro (los senos) establezco una especie de corpiño mental entre mis ojos y ese pecho que por el vislumbre que de él me ha llegado desde los límites de mi campo visual me paree fresco y agradable de ver”. 

Entonces decide regresar con otra actitud y…”consigue que los senos quedaran completamente absorbidos por el paisaje, y que mi mirada no pesara más que una gaviota o una merluza” –se dice. Pero no es suficiente, el súper yo o alguna estructura conciencial superior lo sigue confrontando y piensa: ¿No es aplastar a la persona humana al nivel de las cosas, considerarla un objeto, y lo que es peor, considerar objeto aquello que en la persona es específicamente del sexo femenino? ¿No estoy quizá, perpetuando la vieja costumbre de la supremacía masculina encallecida con los años en insolencia rutinaria?”. Vuelve a pasar queriendo corregir su actitud. “Ahora el pecho de la mujer entra en su campo visual, se nota una discontinuidad, una desviación, casi un escabullirse. La mirada avanza hasta rozar la piel tensa, se retrae, como apresando con un leve sobresalto la consistencia de la visión y el valor especial que adquiere, y por un momento se mantiene en mitad del aire, describiendo una curva que acompaña el relieve de los senos, desde cierta distancia, elusiva, pero también protectora, para reanudar después su curso como si no hubiera pasado nada”. Y como en un juego de espejos de peluquería su yo vuelve a confrontarlo “¿Pero este sobrevalorar de la mirada no podría a fin de cuentas entenderse como una actitud de superioridad, una depreciación de lo que los senos son y significan, un ponerlos en cierto modo aparte, al margen o entre paréntesis? Resulta que ahora vuelvo a relegar los senos a la penumbra, donde los han mantenido siglos de pudibundez  sexomaníaca y de concupiscencia como pecado...”

Esta reflexión que Calvino pone en mente de Palomar, su personaje, no es menor si la consideramos como una disquisición masculina ante el mercado de la carne que la industria editorial y audiovisual ofrece cada vez con más descaro. Es una reflexión ética necesaria, no moralista, que concilia una visión cosmopolita, histórica y en concordancia con el ejercicio del placer de ver.

De esta manera Calvino no solo posa los ojos si no pasa la mirada atenta y hace de un movimiento mecánico un nuevo arte ritual extremo, en el que si uno no está alerta puede resbalar; como si a la acción de caminar o respirar la comenzáramos a diseccionar en sus partes para luego volverla a armar.

En La espada de sol ofrece esta imagen poética: “La espada lo sigue, señalándolo como la aguja de un reloj cuyo perno es el sol.” Bellísimo. “Todo es reflejo entre reflejos, incluido yo”. Sin embargo la profundidad de la descripción y la asociación multidisciplinaria que ofrece por momentos roza la narrativa científica, incluyendo teorizaciones más cercanas a la física cuántica que a la literatura ---aunque todo se relaciona. La voz narrativa oscila entre la primera y la tercera persona, sabiendo que en última instancia Palomar y el narrador son un alter ego del autor, y viceversa.

“Alzado también por la ola del motóscafo, envuelto en la marea de escorias, el señor Palomar se siente de improviso como un despojo entre despojos, cadáver revolcado en las playas-basureros de los continentes-cementerios.”

Otro ejemplo del poder de sus imágenes es: En La contemplación de las estrellas dice, “el cielo oscuro es como el revés de los párpados surcado de fosfenos”. En La panza de la salamanquesa (reptil) hace una descripción tan puntual y detallada de la textura de la piel y la perfección de las manos que, atendiendo al valor de visibilidad que el mismo autor expone en Seis propuestas para el próximo milenio, es una lección narrativa. Veamos. “Lo más extraordinario son las patas, verdaderas manos de dedos suaves, todos yema, que apretadas contra el vidrio se adhieren con sus minúsculas ventosa: los cinco dedos se ensanchan como pétalos de florecitas en un dibujo infantil, y cuando una pata se mueve se recogen como una flor que se cierra, para volver después a estirarse y aplastarse contra el vidrio, haciendo aparecer estrías minúsculas semejantes a las de las huellas digitales”.

A propósito de la translucidez de la piel del animal, Palomar reflexiona: “Si todas las materias fueran transparentes, el suelo que nos sostiene, la envoltura que ciñe nuestros cuerpos, todo parecería no un aletear de velos impalpables, sino un averno de trituraciones e ingestiones?...¿Cómo es el sueño de quien tiene ojos sin párpados?

En La invasión de los estorninos describe: “allí donde la compacidad de la bandada parece que está por oscurecer el cielo, entre un ave y otra se abren vorágines de vacío”... “pero basta que siga con la mirada una sola ave para que la disociación de los elementos vuelva a tomar la delantera y entonces la corriente que lo transportaba, la red que lo sostenía se disuelven, y el efecto es de vértigo en la boca del estómago. “… “ Pero le basta con volver los ojos hacia otra zona del cielo y allí se van concentrando, como cuando un imán escondido debajo de un papel atrae las limaduras de hierro componiendo dibujos  que por momentos se oscurecen, por momentos se aclaran,  y al final se deshacen y dejan en la hoja blanca un  moteado de fragmentos dispersos”.

Novela, largo poema en prosa, prosa de intensidades, ensayo sobre las cosas, todo un sistema de signos que dibujan con gran claridad la mirada que ve y la mirada que es vista. Un chapuzón en las corrientes de la conciencia que refresca el lente de la percepción e invita a pensar las cosas más allá de sí mismas, de uno mismo y del orden en que creemos que suceden.

Comentado el 22 de enero de 2014 en Business Coffee
De "Historia de mis libros"
José Manuel Ruiz Regil
Analista cultural
Arte Duro Curators & Dealers
josemanuelruizregil@gmail.com

El poder del metabolismo


El poder del metabolismo, de Frank Suárez es la síntesis de más de diez años de investigación y estudio sobre alimentación y obesidad, en los que el autor, sin ser médico, sino motivado por la necesidad de un cambio drástico en su vida, a raíz del sobrepeso,  llega a la conclusión de que estamos entrampados en la adicción al carbohidrato, y de que además no existe una dieta efectiva única para mantener el equilibrio del cuerpo en cuanto al consumo de calorías y la grasa que acumula, sino que es importante conocer el mecanismo que actúa sobre este resultado y aprender a manejarlo.

De una manera clara y didáctica anuncia lo que va a explicar, lo explica y después recapitula sobre lo dicho. Muy a la manera de la mercadotecnia norteamericana. Por lo que para el lector avezado puede resultar tedioso o repetitivo. Pero el patrón de conducta está tan arraigado que no sobran los recordatorios. De pronto son tantos los factores que atacan al sistema que es difícil estar alerta para combatirlos.

Su tesis principal es la identificación de los factores que alentan el metabolismo y las estrategias para acelerarlo y por consiguiente, adelgazar. Explica de manera detallada y reiterativa los efectos que causan al sistema el estrés y sus hormonas concomitantes, la adrenalina y el cortisol, que contribuyen en gran medida al aumento de peso –o a engordar. Y el binomio azúcar-insulina. Entender esto es la llave maestra del programa para ser dueño de tu peso. 

Diferencia lúcidamente el concepto de bajar de peso y adelgazar, poniendo énfasis en el segundo que es más apegado al resultado que quien busca un programa de alimentación. Pues como bien lo explica, un individuo con  mucho peso no lo es necesariamente por exceso de grasa. Puede ser por exceso de músculo –que no es el caso de los gorditos- que lo que quieren es precisamente, adelgazar o desengordar.

Frank Suárez brinda los elementos para reconocer un sistema de alimentación esencial para adelgazar, sin tener que eliminar algunos alimentos ni satanizar otros. Brinda al lector una perspectiva de la combinación de alimentos que adelgazan y otros que engordan y conforma un platillo inteligente que puede constituirse con todo aquello que al comensal le guste, siempre y cuando respeten la proporción 2 x 1 ó 3 x 1. Pone especial énfasis en el consumo de agua simple, en la cantidad que el peso individual exija. Es impresionante la cantidad de trastornos que se pueden aliviar simplemente con abastecer al organismo del agua que requiere. Uno de ellos, por ejemplo, las agruras, síntoma inequívoco de deshidratación.

El estudio identifica y retrata con lujo de detalle los estados emocionales que desencadenan las dietas altas en carbohidratos, y ayuda al lector a identificar el grado de adicción que tiene a ellos. Brinda un programa para desplazar gradualmente este ingrediente de la dieta y otras prácticas en las que se puede utilizar como un catalizador. Explica de manera muy accesible la relación carbohidratos-insulina-azúcar-grasa, complejo esencial que el lector aprenderá a manejar para controlar las bioquímica de su organismo, y evidencia, sobretodo, que no solo es nuestra ignorancia y nuestra falta de voluntad lo que nos tiene gordos y obesos, sino las ganancias millonarias de una industria que utiliza conscientemente esta dependencia orgánica para enriquecerse. Si no, mira a tu alrededor y verás que lo más accesible para apagar la ansiedad o saciar un antojo a media tarde, seguramente será un carbohidrato (refrescos, galletas, dulces, chocolates, pan). De igual manera y en un estilo llano, reiterativo para que quede claro, menciona los efectos que ciertos complementos pueden aportar a la nutrición de la célula, unidad esencial con la que es importante aprender a tratar.


Conoce los beneficios que trae a tu cuerpo-mente liberarte del yugo del carbohidrato y sé dueño de tu figura.

Comentado el 22 de enero de 2014 en Business Coffee
De "Historia de mis libros"
José Manuel Ruiz Regil
Analista cultural
Arte Duro Curators & Dealers
josemanuelruizregil@gmail.com

martes, 1 de julio de 2014

Creatividad curativa



Este libro lo encontré en un Sanborn´s de la Ciudad de Chihuahua, cuando fui como instructor de Valinka a dar un curso de manejo de estrés a Telmex. Fue un buen contrato.  Habrá sido por el año 2000 ó 2001 porque recuerdo que mientras lo leía también viajé con mi mamá y mi pareja en ese entonces a Cancún, para ponerme en contacto con su amiga María Elena Sirvent que estaba encargada de un hotel por abrir, donde era muy probable que yo pudiera ejercer como instructor de Yoga y terapeuta holístico dentro de los programas de actividades cuerpo-mente para sus huéspedes. Como suele pasar ante esas expectativas después de ese viaje no volví a saber nada de la señora, y mi posibilidad de mudarme al Caribe se esfumó como un bonito recuerdo.

Este libro me tocó de manera muy especial porque me hizo sentir que todo aquello que yo intuía, pensaba y vivía con respecto al potencial transformador de la creatividad no sólo era real, sino que tenía una aplicación práctica en un área por demás trascendente: la salud. En ese tiempo yo estaba por terminar la formación de terapeuta holístico en Iztac Multiversidad. Lo leí con lágrimas de felicidad en los ojos ante la belleza de la posibilidad de ser protagonista de acciones como las que aquí se narran.

La tesis principal de este compendio de experiencias, testimonios y voces tanto de artistas, como de médicos, enfermeras y pacientes es que el individuo tiene un potencial enorme de curación cuando toca lo más sublime dentro de sí, que es su poder creativo. Su materialización y operatividad está dado en programas reales de Arte en  medicina en Hospitales de prestigio de Florida, California, Nueva York, Chicago, Canadá, Inglaterra, Francia, Alemania como una tendencia creciente por sus resultados. Estos programas consisten en llevar artistas (pintores, poetas, músicos, bailarines) a los hospitales y permitir que convivan con los pacientes ayudándoles a reconocer, nombrar y materializar sus dolores, y a aceptar su realidad para poderla transformar, bien sea de manera concreta o metafórica, a través de una canción, un poema, una danza, una pintura o cualquier otra expresión creativa acorde a las habilidades e historia personal del paciente.

El libro de Michael Samuels, Doctor en  medicina y Mary Rockwoodlane, enfermera y Doctora en Filosofía, plantea que el origen de la oración, la sanación y el arte es el mismo, y que desde ahí se pueden operar cambios a nivel celular que la ciencia ha podido registrar y medir para comprobarlo, como es el caso de las remisiones espontáneas de cáncer, depresión, y la acelerada rehabilitación en los pacientes de trasplante de médula. Incluso, se ha comprobado y evidenciado con cambios en los protocolos médicos que el sonido armónico y el ambiente de las salas de recuperación y espera favorecen la salud cuando éstos exhiben arte, están llenos de color y luz, plantas y música. Resalta la práctica de las visualizaciones guiadas como el principio del cambio. 

Dedica un capítulo a reivindicar las historias tribales, la lectura de cuentos y los arrullos como el origen natural de estos mecanismos tanto en los orígenes de la humanidad como en el desarrollo del bebé o del niño.

Ofrece testimonios de artistas que han puesto su arte al servicio de la sanación de pacientes y de médicos que han experimentado con métodos creativos obteniendo resultados asombrosos.

En ese tiempo hice contacto con el Dr. Hunter (Patch) Adams que seguía trabajando en su granja en Gainsville, Carolina del Norte, conocido por ser uno de los pioneros en la inclusión del juego y la risa como catalizadores para recuperar la salud, pues favorecen uno de los principios básicos del arte en  medicina que es convertir el miedo en esperanza y la angustia en libertad.

Creatividad curativa es un libro escrito con amor y mucha fe en la humanidad. Es un texto inspirador para todos aquellos que cultivamos la creatividad como una flor de invernadero y que deseamos llevarla a todas partes. Desafortunadamente, en México las inercias y pleitos por el poder no han permitido la implementación de tareas de esta naturaleza, pues cuando en el mejor de los casos que se haya librado el prejuicio ideológico del médico positivista para compartir su práctica con oficiantes de otras disciplinas, aún no se encuentran los mecanismos de remuneración para los artistas. En mi experiencia, el grupo más sensible que de hecho, y de manera intuitiva incluye algunas de estas prácticas son las enfermeras –algunas-.  Falta mucho para que en este país se tomen las medidas necesarias para incorporar al arte y la creatividad al ambiente médico, pero este libro puede contribuir a despertar conciencias y a sumar voluntades para que desde los espacios posibles de acción de cada uno se empodere al individuo para que aprenda a ser maestro de su enfermedad y comandante de su salud. 

Comentado el 22 de enero de 2014 en Business Coffee
José Manuel Ruiz Regil
De "Historia de mis libros"
josemanuelruizregil@gmail.com

La luz del Yoga




La luz del yoga seguramente lo compré en la librería Yug de Puebla, en la colonia Roma, por ahí de finales de los noventa en que estaba haciendo el diplomado de Iztac, y desde entonces ha sido mi guía, refugio y punto de retorno a esta disciplina que me ha aportado tanto. 

Durante un tiempo lo presté a mi amiga, compañera y maestra de yoga Soledad García, quien lo extravió o se lo quedó, pero me lo repuso con una bella dedicatoria que dice “Con amor de muchas vidas, Soledad”. Es quizás, por este vuelco que mi ejemplar en especial tiene un gran significado para mí. Soledad me puso mucha atención en  mi práctica porque confiaba en que yo podía desarrollarme bien en esta técnica, me animaba y estimulaba a profundizar, compartiéndome su experiencia de más de veinte años practicando y enseñando Yoga. 

Alguna vez me invitó a su salón de clases en Querétaro a dar una sesión como a mí me gustan, a mi manera, ya con todo el entrenamiento de la escuela Iyengar. Creo que he adoptado el Yoga y le he dado un toque personal que me gusta.

La luz del Yoga del maestro B.K.S. Iyengar es un libro luminoso, lúcido y práctico que funciona a la vez que como libro de consulta, como un  manual que lleva al interesado en el arte sagrado de la unión cuerpo-mente paso a paso al dominio de una técnica ancestral. Está dividido en dos grandes secciones. La primera ¿Qué es el yoga?,  expone los orígenes historiográficos y mitológicos de la disciplina. Los Upanishads, los aforismos de Patanjali, el Hatha Yoga Pradipika, las leyendas del Bagavad-Ghita. Explica los ocho estadios del yoga, para que no nos confundamos con la tendencia contemporánea a limitarnos a uno solo, que son las ásanas (posturas), sino que comprendamos que toda esa contorsión no es más que eso si no se es congruente con el resto de los principios que implican el respeto a las leyes universales, la purificación por la disciplina, el control de la respiración, la retirada y la emancipación de la mente de la dominación de los sentidos y los objetos externos, la concentración y la meditación hasta llegar a la iluminación. 
Todos estos estadios los expone claramente, de ahí que el lector puede hacerse una idea de si realmente es lo que quiere o mejor se inscribe a Zumba o a Pilates en el club.

La segunda parte, Yogasanas, es la explicación técnica para la construcción de las posturas (ásanas). Luego de exponer el nombre en sánscrito, explica su etimología, describe la técnica concienzudamente y explica los efectos que la postura tiene en los diferentes niveles (mecánico, bioquímico y energético). Cuando es necesario recurre a la leyenda o mito que hay detrás de la postura y en otras ocasiones se centra en el efecto psicológico que la actitud corporal puede construir en el carácter.

De ahí que el bellísimo prólogo al libro, escrito por el musicólogo Yehuda Menuhin, sintetice claramente el beneficio de los diferentes grupos de posturas que domina el practicante avanzado, haciendo una correspondencia entre el trabajo físico y las habilidades cognositivas:  “La comparación y la crítica deben empezar con el alineamiento de nuestras propias mitades, derecha e izquierda en un grado en el que sean factibles hasta los más finos ajustes.
La fuerza de voluntad nos puede llevar a empezar por el estiramiento del cuerpo desde los dedos de los pies hasta la cumbre de la cabeza, desafiando la gravedad. Ímpetu y ambición pueden empezar con el sentido del peso y la velocidad que provienen del libre balanceo de los miembros, mientras que el aplomo lo crea el control de un equilibrio prolongado sobre un pie, los dos pies o las manos, lo que otorga serenidad. 
La tenacidad se obtiene por el estiramiento en las distintas posturas de Yoga durante varios minutos, mientras que la calma se obtiene mediante la respiración tranquila y constante y la expansión de los pulmones, el conocimiento de la inevitable alternancia de tensión y relajación en ritmos eternos, de los que la inspiración y la espiración constituyen un solo ciclo, onda o vibración entre las incontables miríadas que constituyen el universo”.

De esta manera Iyengar expone 57 posturas ilustradas con fotografías de sí mismo, lo cual es muy inspirador. Incluye una sección de Pranayama en la que, como lo hizo en la sección anterior, sugiere las condiciones ideales tanto físicas como orgánicas y emocionales que son más favorables para la práctica y expone los diversos ejercicios de limpieza y purificación a través de la respiración.


Finalmente incluye un apéndice que es sumamente valioso y puede acompañarnos para toda la vida. Él le llama Cursos de ásanas en los que expone series de posturas por grupos para que el lector, yogui o practicante vaya adquiriendo por sí mismo la disciplina o se inspire para estructurar sus clases, como lo hago yo en De profundis.

El primer curso lleva al practicante desde la semana uno hasta la treintaicinco en una progresión de posturas y tiempos que harán un verdadero maestro de quien logre dominarlas. En el siguiente plantea un curso de una semana. Debo decirles que cualquiera de las dos opciones es un reto muy poderoso aún para los practicantes avanzados, por lo que las sugerencias del maestro Iyengar no se agotan. Así es que a practicar. La luz del Yoga, publicado por editorial Kayros con la fotografía del maestro Iyengar en Padmasana en la portada, se puede conseguir fácilmente en las librerías esotéricas.

Comentado el 22 de enero de 2014 en Business Coffee
José Manuel Ruiz Regil
De "Historia de mis libros"
josemanuelruizregil@gmail.com