domingo, 3 de enero de 2016





“Toda pasión vista de fuera es ridícula”
“A veces me canso de ser hombre”, Pablo Neruda

   
La búsqueda de solución a “los problemas de esta pobre vida breve”, es el asunto del cuento “El muñeco”, de Susan Sontag, escritora, novelista, ensayista y directora de cine estadounidense, merecedora del Premio Jerusalem de literatura (2001) y Príncipe de Asturias (2003), referencia obligada del activismo anti-imperialista y feminista de los años 60.

El deseo humano de eludir todas las programaciones sociales, las responsabilidades personales, los trámites cotidianos que despersonalizan, las máscaras que esconden al ser para poder estar donde conviene; la rutina que garantiza una permanencia efímera, el hartazgo de la repetición, y el miedo a que la vida se vaya en lo que nos dijeron que era y no en lo que la quisimos que fuera.

   
Este sueño de fuga se combina con otro de poder y dominio sobre una voluntad ajena. La expresión, tal vez, de un esclavismo contemporáneo o por qué no una apatía existencial creativa. Una de las primeras representaciones de esta pulsión “demasiado humana” sea el mito hebreo de El Golem, magistralmente sintetizado en el poema del mismo nombre escrito por Jorge Luis Borges. Algún parentezco tendrá también la historia de Frankenstein, de Mary Shelly, Yo Robot, de Isaac Asimov, Bladerunner, inspirada en ¿Sueñan los androides con ovejas eléctricas? de Phillip K. Dick, y muchos otros ejemplos a lo largo de la cinematografía y de la literatura del siglo 20. Cabe mencionar el híbrido que supone la propuesta del mexicano Juan José Arreola con Baby H.P., Plastisex e incluso Parábola del trueque, donde una aparente misoginia construye un edén para los hombres al ofrecer cambiar sus esposas viejas por unas nuevas. Pero en esta como en otras historias los breves momentos de alegría no superan los estragos de la realidad.

   
La solución que halla el protagonista de El muñeco a su mediocre existencia, limitada a cumplir con los roles sociales, laborales y familiares que permiten el flujo continuo de la econoḿia y el supuesto orden comunitario, es inventar un muñeco que se parece a él y hacer que lo sustituya en todos estos roles, mientras él inaugura unas vacaciones existenciales que comienza a disfrutar antes de lo que se imagina. La primera vuelta de tuerca viene cuando el muñeco quiere divorciarse de la esposa de su creador porque quiere casarse con la señorita Amor, la nueva secretaria de la oficina. Lo curioso aquí, al contrario de las otras historias es que el autor del muñeco tiene gran empatía hacia las necesidades de conciencia de su obra y hace todo lo posible por cumplir sus deseos, o al menos favorecer su libre albedrío. Así es que manda a hacer otro muñeco, pero insiste en que en vez de que se parezca a él sea idéntico al primer doble. Alguna diferencia habrá. Confía en ello. Entonces este segundo muñeco sustituye al primero, que a su vez sustituye al autor y los tres desarrollan una vida independiente a la que el hombre se asoma de vez en cuando, incluso se asume como tío de los hijos de los dos y de los hijos del segundo con su esposa.
   
¿Cuál es la historia oculta detrás de lo evidente? ¿Por qué el hombre, de quien no sabemos su nombre, como una confirmación de que este sueño es inherente a cualquiera, es capaz de endosarle -por decirlo de alguna manera- a sus dobles, a su esposa y a sus hijas con tal de desaparecer de la escena, pero no desaparece del todo? ¿Cuál es la intención en la búsqueda de esa distancia voyerista de su propia vida? ¿Cuál es el gozo de preferir ser el amigo, o el tío de sus propias hijas y de los hijos que los dobles autónomos concibieron con las parejas que él les propició?

Finalmente, y lo dice Sontag a través del personaje-narrador: hay dos formas de solucionar el dilema de la existencia. Una es el suicidio y la otra la multiplicación. La pulsión natural a defender la vida aleja a la mayoría de la primera, pero por milenios hemos optado por la segunda, a través de la procreación. Este es un ejemplo creativo de cómo se puede multiplicar o duplicar el modelo original sin tener que involucrar los genes en ello y además evitar que la descendencia no se convierta en una carga, sino en una ayuda, en un desdoblamiento de una sola vida en otras dos independientes, de las que además, se puede ser testigo presencial y aprendiz activo, pues no cabe duda que a veces los androides o los dobles o los golems tienen más deseo de vida que el mismo ser humano. ¿Será posible que Sontag ya viera el albor de la era digital en la que un individuo desde su ordenador puede ser ubicuo y diverso, a través de la creación de identidades múltiples? Cuento muy actual, pues hoy con la preeminencia de las redes sociales, la virtualidad, la narco-cirugía, la clonación y los diversos adelantos de la ciencia moderna esta historia podría ser algo más que metafórica. Todas estas técnicas nos ofrecen la viabilidad de tener una o más identidades y desarrollar, en paralelo, una o más historias de vida. Diríase que es una especie de esquizofrenia colectiva socialmente aceptada en la que en realidad no nos interesa la esencia del individuo sino su interacción inmediata. Quedemos, pues, a la espera del próximo salto tecnológico que ofrecerá a los maridos arrepentidos, a los padres de cartón y a los empleados calienta-sillas, sustituir su presencia efectiva por la ilusión de un Holograma.

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José Manuel Ruiz Regil
De Mis 100 cuentos predilectos.

Libro en construcción.

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