“Cada ocaso es un atardecer que acaba en luz”
Tomás
Browne Cruz
Cuando tuve noticia de la
convocatoria para el 1er. Concurso Latinoamericano de poesía transgresora 2012,
pensé que eso era un pleonasmo, una hipérbole digna de la influencia estrambótica
de estos días en que no basta nombrar las cosas, sino hay que gritarlas,
subrayarlas y ponerles reflectores para que por lo menos dos o tres despistados
se pregunten ¿qué es eso?; me inquietaba el significado de esta clasificación,
pues entiendo la transgresión como el acto de violentar, infraccionar,
quebrantar, vulnerar, desobedecer, atropellar o atentar contra algo o alguien,
en este caso la poesía, y estas acciones no son –o no deberían ser- ajenas al
ejercicio poético, de suyo.
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Recordemos el “chillen, putas”, de
Paz cuando se refiere al trato que el poeta debe dar a las palabras, a las que
hay que “coger del rabo, darles la vuelta, azotarlas, darles azúcar en la boca
a las rejegas, secarlas, pisarlas, sorberles sangre y tuétanos…” o con más
precisión, incluso, aquel consejo del sabio León Felipe que nos invita a deshacer
el verso: “Quitadle los caireles de la rima, el metro, la cadencia y hasta la
idea misma. Aventad las palabras, y si después queda algo todavía, eso, será la
poesía. Qué importa que la estrella esté rémora y deshecha la rosa. Aún
tendremos el brillo y el aroma”.
Es decir, que para mí está implícita
la transgresión en el acto de crear. “Para crear hay que destruir”, decía
Picasso. De esta forma el cosmos natural se convierte en un caos cultural del
que surgirá un nuevo orden que habrá que seguir mancillando hasta el fin de los
tiempos. Y en esta dialéctica entre la unidad y el fragmento surge Revelaciones
de un cuidador de inicios del poeta chileno-australiano Tomás Browne Cruz,
que es un llamado fresco a revisar los orígenes, los mitos y los arquetipos que
interactúan en las historias que nos hemos contado a lo largo del tiempo, para
cuestionar desde el cimiento, no sólo la forma y el concepto de poema sino el
entramado de relaciones arcanas que determinan los roles y la manera de ser de
los hombres y mujeres en occidente.
Este libro viene de regreso del verso
libre, queriendo rescatar la herencia de una métrica decimonónica, también, (planta
su eje alrededor de los alejandrinos, declarando su linaje de arte mayor), pero
desnuda de ornamentos, pulcra de ideas, certera en sus sentencias y que
trasluce, además, una sexualidad pragmática, un intenso erotismo alejado del
lenguaje soez en el que suele atrincherarse el deseo frustrado de muchos
autores.
Al leer Revelaciones de un
cuidador de inicios pude inferir algunos de los criterios con los que tal
vez operaron los creadores y jueces de este concurso, y entendí que es
importante reconocer la transgresión en la poesía como un estímulo que permita mantener
su estado de salud a lo largo del tiempo, aunque esta transgresión traiga ya
una larga genealogía.
Lo primero que me llamó la atención
del libro es su estructura. Está dividido en cinco partes: Convoluciones, Revelaciones I, Coro, Revoluciones y Convoluciones II,
un índice paronomásico, que sugiere ya una suerte de diálogo que sostiene la
voz poética con un colectivo, a la manera de una tragedia griega, pero vista a
través de varios espejos que se reflejan a sí mismos.
Convoluciones, es un término matemático
que se utiliza para definir aquel elemento que deriva de otros dos elementos de
consistencia variable, algo así como decir que la sombra de mi mano en la mesa
es la convolución de la fuente de luz que incide en mi propia mano; o que el
eco es la convolución de mi voz que incide en el espacio y los elementos que lo
ocupan.
Esta primera pista (metáfora
estructural) nos pone en perspectiva de los temas que ha de tratar en esta
instancia el poeta, donde encontramos poemas que indagan sobre la naturaleza
filosófica de ciertos elementos, desarrollados con una poesía “silogística”,
del tipo si esto es de esta manera,
esto es de esta otra, lo cual
transgrede el concepto de lógica poética que tan ampliamente ha expresado el
maestro Enrique González Rojo en sus Reflexiones
sobre poesía, permitiendo de esta manera construir una nueva lógica
–poética también, pero post-transgresión.
Borda también ideas acerca del tiempo
y al espacio, los ritmos astrales, la relación de parentesco entre unos y
otros, la correspondencia de los sexos en la naturaleza y su tímida expresión
cultural sublimada en los intentos de los hombres, y sus correlaciones de
género. Hay en esta parte un llamado al orden, es decir, la búsqueda de un
principio que permita que las historias prosperen, que la vida fluya. “Nada se
oculta con el fin de mostrarse tiempo después. Los accidentes voluntarios dan
vergüenzas, Las matanzas no tienen remedio, dicen ellos juntos.”
En la segunda parte, Revelaciones,
toma las figuras mitológicas de Adán, Eva y Caín para reflexionar sobre el
poder, la eterna lucha de los hombres (macho) por la trascendencia; luego hace
una elegía a Isis en la que, citando a León Felipe nuevamente, “queda el brillo
y el aroma” de una civilización que nos heredó el lenguaje y el primer
alfabeto; continúa con una carta a Cleopatra, donde la revela como un fetiche
sexual en torno al cual se gestó el
triángulo entre Dios, César y Marco Antonio. En estos poemas-carta, escritos en
segunda persona el poeta entabla un diálogo con el pasado histórico y
mitológico y pareciera reconvenir a los actores de acuerdo a su percepción de
las cosas.
Loa a la ninfa Chlora, arquetipo de
la mujer sensual que envuelve lo mismo a la Flora de Tiziano, a la conquistadora
Inés Suárez, amante de Pedro de Valdivia, a la Laura de Petrarca o a la
adolescente Lolita, “Esperando significar para los aldeanos lo que las
estrellas para los marineros han significado”.
El Coro recrea el conflicto original
de la Guerra de Troya, y me parece que así como se ha dicho que el poeta es el
nuevo Adán que ha de nombrar las cosas del mundo, en este poema, Browne señala a
Paris como el nuevo héroe a quien ha de asimilarse el bardo contemporáneo, pues
“eres mucho más que humano, raptaste a Helena”.
Continúa su repaso por los personajes
arquetípicos del amor y el dolor, regalándonos asimismo, esa tercera visión
derivada de las otras dos (convolución), como en el caso de la historia de
Eneas y Dido, en la que altera el orden del tablero al suponer que la
consternación de Eneas fue por haber encontrado a Virgilio esperando por él en
vez de estar revolcándose con Dido.
Browne sigue su periplo por los
arquetipos del amor cortés y hunde su daga en la castración de Abelardo, que no
fue impedimento para seguir amando a Eloisa, aún recluido en su celda y lejos
de ella hasta el último de sus días; junto con Tristán bebe “la magia negra del
amor” y cae a un lado suyo, como Isolda enamorada.
Y justo al centro del libro como un
surtidor sexual que abruma todos los poemas declara con Bocaccio : “Cuando
pienso ¡oh sexo encantador! No ignoro que el principio de este libro os
resultará
desagradable.”
Dedica a Dante un poema en tres
instancias donde pregunta al hado creador: “¿No fue Dante, por amor a Beatriz,
que alcoholizó al poeta y el poeta a su poema?”.... “La Divina Comedia es la
escatología del amor”…. “El amor es puro como el infierno”. Y concluye: “Las
llamas no viven sin el fuego como el sexo no existe sin poesía”.
Revoluciones, cuarta parte, desnuda la
relación entre creador y criatura, otorgándole a ésta una autonomía tal que
fagocita al propio autor. “Así Shakespeare fue devorado por Romeo y Julieta,
Así es el amor, así las cosas”. ¿Será por eso, dicen, que uno mata lo
que ama?
(Rosario Castellanos).
Luego se pregunta en un poema donde
es difícil diferenciar al Quijote de Alfonso Quijano y viceversa ¿Cómo vino a
desanudar los entuertos de la milicia y la malicia del cuerdo?
De la misma manera, así, de tú a tú,
habla con Fausto y le pregunta “¿Qué fue de tu carne si sólo vendiste tu alma
al diablo?”
Cuestiona a Vronsky y a Tolstoi sobre
la muerte de Anna Karenina. “El tren entró en Anna como entró en Vronsky”.
En el poema a Flaubert hace un
exquisito rosario de suposiciones las cuales pone en boca de los amantes de
Emma Bovary y del mismo autor para explorar en las espaldas de todos ellos y en
la propia la expresión: “soy la negra paloma mensajera”.
Y para cerrar esta instancia se
interna en el triángulo infeliz producido entre Humbert, Lolita y Charlotte,
donde el aristócrata Nabokov explora el deseo en una sociedad modernizada,
contradictoria, asfixiante, y aprovecha para criticar la doble moral del
puritanismo norteamericano.
Convoluciones
II, nos
ofrece con mucha más claridad otra pista acerca de la intención del poeta con
respecto a su propuesta, es decir a su confesión de guardián de la historia, de
masón espiritual de las civilizaciones, de constructor de realidades sagradas a
partir de la palabra, y nos deja ver en este juego de reflejos un canto de
esperanza: “Bajo el cemento está el amanecer”.
Lo que ha cantado y contado hasta
ahora es el desaguizado de una era que es preciso dejar atrás para construir
otro mundo distinto, “la tierra de todos, que es la tierra de nadie”, donde la
armonía entre los seres no sea una utopía o un anhelo de una antigua edad de
oro. Así, desde la era Ptoloméica, el Olimpo, El Imperio, Homero, Virgilio, la
Biblia, los libros de caballería, las leyendas medievales, el teatro Isabelino,
la novela victoriana, y el alba de la era moderna, el poeta honra su pasado
pero vibra intenso en su presente, choca contra las estructuras culturales, de
poder, económicas, religiosas y busca resonar más allá fuera de este mundo,
pues está convencido de que es posible reconstruir la civilización a partir de
la palabra, “La palabra hizo el tema y no el tema a la palabra”, dice.
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5 de enero en Café Don Porfirio Col. Tabacalera. |
Revelaciones
de un cuidador de inicios es un libro que a la vez son muchos otros, esos otros que
somos nosotros mismos, tú, lector, que has jugado a ser todos y ninguno, en un
colectivo que no por ignorarlo deja de existir. Es tiempo de transgredir la
molicie, ser otros Paris, otros Faustos, robarse la belleza nuevamente, vencer la
inercia, la apatía de pensar y empezar a escribir con toda pulcritud los
inicios de otra era a la luz de un nuevo verbo.
José Manuel Ruiz Regil
Analista cultural, poeta y cantautor.