jueves, 22 de enero de 2015

Carretera libre al corazón o huellas sobre el asfalto de la conciencia

"Recordó que uno de los heresiarcas de Uqbar 
había declarado que los espejos y la cópula son abominables,
 porque multiplican el número de los hombres."
Tlön, Uqbar, Orbis Tertius. Jorge Luis Borges.

Foto: Michelle Wells.

¿Será el amor una proyección que hacemos de núcleos ideales propios en el otro; y el enamoramiento, una forma de gratitud que mostramos al amado, en correspondencia de aquella revelación? ¿Hasta dónde funcionamos como espejo de las expectativas de los otros, y los otros de las propias, y en qué forma el tiempo determina el cambio, rumbo y percepción de estas expectativas? Quizás una respuesta o mayores preguntas al respecto encontremos en el libro Insolente clamor del espejo de Lina Zerón, editado por VersodestierrO.

El arte supone una pregunta constante que a su vez se responde con otra pregunta mayor. En la medida que el oficio se depura las respuestas que obtiene el artista contribuyen a desvelar interrogantes más bellas.

Si este libro fuera cine, sería una road movie sobre la carretera del amor. Y en cada estación, en cada motel, curva y recta la voz de la protagonista, en este caso la conciencia poética, reflexiona sobre lo andado y fantasea sobre lo que vendrá. A ratos rinde homenaje a esos encuentros furtivos, a las presencias constantes, a las ausencias deseables, y a ratos estalla en arrobamientos al cuerpo, a la comunión y al sentido de ser a través del otro. Pero hay, entreverado, un desaliento, una profunda decepción, una daga clavada a la que canta en nombre propio y en el de todas las mujeres. Esa profunda huella de desprecio, esa minusvalía auto-infligida por el propio género, y por supuesto, el canto protesta a la humillación y a la falta de respeto ejercida por el otro, -por el hombre, hay que decirlo- advenedizo del placer y los mimos; déspota verdugo representado en el novio, el esposo y el padre, del que, como en un exorcismo de palabras, la poeta se libera y deja atrás, limpiándose las trazas de sometimiento que antes marcaron su piel. El poema Gracias, dedicado a Guadalupe Palacios, su abuela, deja claro este argumento.

Así podemos abordar este poemario a la vez que como un testimonio de emancipación, como un ejercicio de sublimación del dolor, a través del espejo del tiempo. Me parece que el poema Estilo resume las cualidades de la búsqueda total y el tono de este abordaje.

Estilo

Me despojo de los prejuicios
Y trepo desde el pozo del desaliento,
Armada de valor me enfrento al espejo
Y logro que aparezca esa otra. Yo,
Mi verdadero reflejo.
Sedienta ahora de vida recojo los rostros
Y acepto el irrespetuoso paso del tiempo.

Esta asunción permite a Zerón deambular por los meandros del erotismo, de la poesía social, de la ciudad como espejo de identidad, del crimen y la corrupción, así como del ideal histórico que funda la nación. Segura de su linaje y de su madera poética, al margen de esas llamaradas efímeras de talento sin oficio que buscan usurpar el puesto de la verdadera poesía. Así lo trasluce en su poema Desecho de astilla. Cito un fragmento:

Yo estoy hecha de maderas finas
y detecto cuando alguien es desecho de astilla.

Pedro Salinas, poeta español de la generación del 27 define la poesía como un ahondamiento en la realidad, «una aventura hacia lo absoluto. Se llega más o menos cerca, se recorre más o menos camino: eso es todo». Reduce a tres los elementos de su creación: «Estimo en la poesía, sobre todo, la autenticidad. Luego, la belleza. Después, el ingenio».

El poemario de Lina Zerón cumple con estas tres características. Y quizás sea en Desconsuelo, donde increpa a Dios sobre su suerte y se plantea como posible razón de su tormento el miedo a no poder valerse por sí misma, donde se vea con mayor claridad esta trinidad:

Tal vez seas flama desprendida del sol
Y yo ciego espejo incapaz de reflejarte.

La poesía de Zerón es elocuente, musical, y está escrita en versos de arte mayor. Se adivinan ecos de Garcilaso y su dolorido sentir, y de Sor Juana, lo mismo que comparte ritmos y retóricas con algunos otros poetas contemporáneos como Oscar Wong o Silvia Pratt en cuanto a la arquitectura de sus poemas, y cierta afinidad en la profundidad de sus emociones con Enriqueta Ochoa o Enrique González Martínez. Pero esto es sólo una intuición que me viene de una primera lectura de la que brotan mis propias referencias personales. Sin embargo, esta aparente sencillez está sustentada en un profundo dominio del arte poética, evidenciado en los versos endecasílabos, alejandrinos y pentadecasílabos que sustentan la inclusión de estructuras menores donde recurre a la aliteración con jazzísitica maestría, como en Nada

Nada es sin ti,
Nada en la nada
Mi nada perdida naufraga
Sin ti.
La ola nada sobre nada
Sin ti sola la ola
Nada.

Los poemas eróticos declaran un arrobamiento carnal y amoroso que brota de la admiración, de la idealización, incluso, del amado. En ellos la temperatura del aire sofoca al resto del mundo para concentrarse en el espacio-tiempo del abrazo y del contacto. Continuando con la metáfora del road movie estos momentos son atmósferas concretas donde la piel es la protagonista. A la manera de Betty Blue. El beso, el sudor, el espasmo. La intimidad de los amantes bebiéndose a borbotones. En ellos se trasmina el sonido de una trompeta a la Miles Davis y la voz poética se entrega, plena a narrar sus sensaciones, como lo hace en Cumbre

Sometes mi cuerpo a dentelladas
poco a poco llegas hasta mi cumbre
abriendo camino con tus labios de seda.

En otros momentos despliega la destreza comunitaria para abordar una zona de curvas cerradas muy peligrosas, como en el poema Mujeres, que es una apología de la feminidad, Moradas mariposas, o Diva perversa, poemas en que borda el coraje de la fuerza femenina y se levanta para construir una columna humana de dignidad frente al escarnio inaceptable de la realidad, y al aliviarse del vértigo en que podía sucumbir declara:

Vomité tu nombre en la siguiente esquina

Más adelante, con las manos puestas al volante y el acelerador al fondo transita largas y delirantes rectas en las que parece imposible arribar al horizonte, y no queda más que asirse a los lados del camino

Estoy agotada de vivir al borde de mis suspiros.

Y para ello la poeta escribe, tira al asfalto puñados de palabras que son como lazarillos que le indican por donde seguir. Y así, entregada con fe al oficio conduce el carro de su destino convencida de que será la poesía el único mapa sobre el que habrá de resolver los enigmas de la existencia y cuya huella habrá de plantar a sus lectores rutas nuevas que seguir. Aceptemos la invitación de este Insolente clamor del espejo, dejémonos seducir por la ráfaga de su canto

Anda, atrévete a enfrentar el presente
te invito a irnos juntos al diablo.



José Manuel Ruiz Regil
Analista cultural.
arteduro.dealers@gmail.com
De "Historia de mis libros"
Hablar de libros.

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